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Ago 15

Focusing y Dolor Cronico

  • 15/08/2016
  • Malvina Salas
  • Artículos y Publicaciones

Elena M Frezza

“Toda mala sensación es energía potencial hacia un modo mejor de estar si le concedes un espacio para que se mueva en la dirección de su mejoría” Eugene T. Gendlin (1)
Una noche subiendo las escaleras de mi linda y lujosa casa en New Jersey decidí no hablar más, para qué, no servía de nada, todo seguía igual, no me sentía escuchada y algo en mi se entristecía, apagaba y enfurecía en cada intento sin sentido de que algo cambiara. Llegué a mi dormitorio sintiendo que algo se rompía en mí, me acosté en mi cama de siempre con esa angustia de siempre y mi soledad, la de adentro, también conocida de quizás toda la vida… Sin embargo, algo había cambiado: no iba a hablar más de esas cosas de la vida, del alma, de mis sueños o deseos, de cómo quería que el amor se manifestara entre nosotros, en nuestra familia, de tantas cosas… no iba a hablar más.

Me desperté con el sonido conocido del despertador, …triste. Al levantarme de la cama y apoyar mi pié derecho en el piso, un dolor desgarrador atravesó mi pierna y se clavó en mi glúteo como un cuchillo de punta fina y muy filoso, el de un verdugo sin piedad…

En un instante tan inesperado TODO cambió para siempre. El flujo de mi vida se detuvo. Ya no fui más YO, me convertí en MI DOLOR, para mí y para los demás. El saludo ya no era :Hola Elena cómo estás?, sino :Hola como está tu dolor de espalda? La Elena siempre dispuesta, con tantas ganas de vivir, la que llevaba los chicos al colegio con alegría, ágil, movediza, la que cantaba y bailaba las canciones de los musicales de Broadway, la modelo de Saks Fifth Ave., la que siempre hacía planes y soñaba, era sólo un recuerdo añorado.

Comenzaron los estudios y evaluaciones para detectar las posibles causas del dolor, sin obtener diagnósticos claros, hasta que alguien dijo : Es una hernia de disco, reposo absoluto. No agacharse. Dormir de costado. No levantar nada pesad. No manejar. Usar una faja elástica. No hacer ejercicios salvo los específicos. “No, No, No!” era todo lo que me decían. Todo se derrumbaba y no había nada que yo pudiese hacer salvo arrastrarme al caminar, recostarme porque al estar sentada los dolores de cóccix eran intolerables, subir las escaleras de rodillas, sentarme para tener a mis hijos en mis brazos, …ese era mi peor castigo: no poder jugar, bailar, levantar a mis hijos y hacerlos volar.

Comenzaron los consejos, comentarios de todos los que querían verme bien y así descubrí  disciplinas como el yoga, la meditación el método Alexander, la acupuntura, la quiropraxia ,la reflexología, ,los masajes, todo tipo de terapias corporales y medicamentos, que lo único que lograban era hacerme sentir más culpable, inepta e impotente ante estos dolores invalidantes que no cedían ante NADA.

Y así llegó la cirugía, (ahora sí encontrábamos la solución”!) al quirófano, el mejor cirujano, todo lo mejor. Habían pasado tres largos años; había que actuar y sacar ese dolor a cuerpo abierto.

Después de la operación el dolor continuó como antes. Por primera vez en mi vida sentí que la muerte era la única posibilidad de liberarme de ese tormento y de liberar a mi familia de tener que tolerarme doliente.

Aún no sabía cómo escuchar al dolor, cómo escuchar su palpitar, sus anhelos, su historia, su sabiduría, su lenguaje y TODO lo que implicaba el camino de regreso a casa.

Hoy, 24 años pasaron desde ese primer día de dolor.  Mis nietos tienen la edad que tenían mis hijos entonces, 5 y 2 años, con ellos puedo jugar, correr, cantar y bailar, buscarlos al jardín y hacerlos volar… Focusing me salvó la vida.

Este testimonio se inscribe en el relato del padecer humano, con la urgencia existencial de todo drama y la necesidad imperiosa de ser genuinamente escuchado y legitimado.

Con todo, debemos preguntarnos: dónde comienza el dolor?

El dolor comienza en el momento en el que algo de nuestra esencia está siendo estrangulado.  Es el inequívoco instante en que algo de nuestro ser íntegro se quiebra,  algo de nuestro ser  necesita morir  para continuar vivos.  ¿Dónde está el amor, la aceptación, la compañía incondicional y la escucha para ese dolor, para los gritos y el sufrimiento del alma? ¿Dónde está la fe en el proceso de este ser?

Una de las funciones del dolor es la de alerta: aparece para indicarnos que hay algo que no está bien en el cuerpo, avisarnos que quizás ha ocurrido un daño, es el aviso de una enfermedad, una herida… Llamando la atención, el dolor nos da la posibilidad de obtener información y es un dato útil para el diagnóstico y el tratamiento correspondiente.

A diferencia del dolor crónico, un dolor agudo actúa como un síntoma que acompaña una enfermedad, la anuncia, denuncia ese algo físico que necesita ser curado. El dolor crónico, y la cronicidad de un síntoma, se diferencia del agudo por su permanencia en el tiempo y su reiteración, y puede llegar a un punto tal que en sí mismo puede ser catalogado como enfermedad. Puedo nombrar como ejemplo los dolores tensionales, como los dolores de espalda en sus diversas manifestaciones, migrañas, cefaleas y contracturas musculares, dolores articulares, etc.  Con otras características también se pueden mencionar los trastornos gastrointestinales, dismenorreas, palpitaciones, insomnio, ahogos y dermatitis, entre otras. 

 En el estudio de los dolores o síntomas crónicos, generalmente hay mucha incertidumbre sobre los orígenes del dolor y por consiguiente sobre cómo tratarlo. Por  esto, las personas que lo padecen son sometidas a distintos estudios y tratamientos y a la reiterada frustración, desilusión, desesperanza, ansiedad y muchas veces resignación.

Las soluciones tendientes a paliar el dolor físico en la cultura actual giran en torno a medicaciones, antinflamatorios, inyecciones, analgésicos, corticoides y otros que apuntan directamente al síntoma para acallarlo. 

Se han desarrollado diversos conceptos terapéuticos que incluyen enfoques interdisciplinarios entre médicos, psicólogos, counselors y fisioterapeutas. En general, estos programas de tratamiento resultan más eficaces que los métodos unicistas. Con frecuencia incluyen técnicas de relax, técnicas para superar el estrés que produce estos síntomas, e información acerca de la compleja naturaleza del dolor. Lo que sucede con estos abordajes múltiples es que el resultado que se logra es un programa uniforme para todos los “pacientes”.

El Focusing, en cambio, agrega un elemento esencial a estos conceptos de tratamiento. Ofrece la posibilidad de desarrollar una escucha teniendo como guía a cada persona y al dolor o síntoma que padece. Toma a cada ser en su “experiencing” (experiencia de sí) y lo acompaña en el encuentro de los significados subjetivos, sentidos y personales. Focusing es un poderoso instrumento para estar en contacto con nuestro cuerpo como fuente de información, y escuchar sus respuestas. “Tu cuerpo sabe la dirección de la curación y de la vida. Si te tomas el tiempo para escucharlo desde Focusing, te proporcionará los pasos en la dirección correcta” (2)

La experiencia nos ha enseñado que resulta esencial explorar la relación de las personas con su dolor y con sus propios cuerpos, y lentamente aprender a incorporar una actitud amorosa consigo mismos. Por esto, es necesario estar atentos y trabajar con el “Crítico” (nuestras voces críticas interiores) para establecer una relación interna con la parte que acarrea el dolor, como así también con todas la demás partes de nuestro ser involucradas en este escenario. Comentarios como los siguientes son usuales en el relato de un consultante en pleno ataque de voces críticas:

  • “Ya no sirvo para nada, el dolor abarca toda mi vida. No puedo encontrarme con amigos porque estoy como torcida y me da vergüenza llevar la almohadita a todas partes. Cuando veo a alguien levantar un bebé me da un odio… ¡Parezco una vieja!”
  • “Ya no tengo confianza en mí mismo. Si tengo una reunión de trabajo, no puedo quedarme parado o sentado por mucho tiempo. No puedo ir a gimnasia, ¡y ni hablemos de hacer el amor! Me siento acabado, ¿qué clase de hombre soy?”

Focusing, a través de una metodología científica comprobada, nos enseña cómo acceder a la intrincada complejidad de la existencia de ese síntoma / dolor, permitiéndonos permanecer en el borde, en esa zona limítrofe físicamente sentida de la experiencia, que le permite al dolor develarse; permitiendo que se manifieste, se exprese, cuente su historia creando símbolos nuevos, resignificándose y encontrando el camino hacia la salud y la vida implícitos en su naturaleza. Libera a la persona de preconceptos que la encasillan, diagnósticos que la acorralan, creencias psicológicas que la catalogan y etiquetan llenándola de culpa, presiones que la descalifican y expectativas desde un afuera que supuestamente sabe más que el dolor o el síntoma mismo.

Lo que sigue es un breve resumen del momento en un proceso en el que mi compañero de Focusing me acompañó con el dolor crónico en mi nervio ciático.

E: Elena

A: Acompañante

E: Estoy en mi cintura. Hay algo apretado ahí, con lo que me gustaría permanecer un instante para ver si me suelta un poco, al menos lo suficiente como para hacerle saber que sé que está ahí.

A: Hay algo apretado en tu cintura.

E: Sí

A: Y necesitas quedarte ahí.

E: Sí. Fue bueno escucharte. Como si esto que está apretado se sintió escuchado, reconocido.

El uso del término “algo”, por un lado ayuda a la persona a des-indentificarse del síntoma mientras, por otro lado, también invita a todo lo que está implícito a expresarse.

A: ¿Podes permanecer ahí? Haciéndole compañía, dándole todo el espacio que necesite.

E: Es como, mmm…, algo apretado… , no, no es la palabra justa. Es algo que está siendo aplastado.

A: Aplastado

E: No, tampoco es eso…, está tironeado, como retorcido, tironeado, como si algo lo estuviera atado a mi cintura, pasa por mi glúteo derecho, por el ciático hasta mi cadera (Con su mano, Elena demuestra el tironeo y aplastamiento)

A: Pasa por el glúteo, por el ciático, está como exprimido, pero también tironeado.

E: Como cuando hilvanas algo y luego tiras del hilo, la forma en que se frunce.

A: Ah, ahora te entiendo: como cuando tiras de un hilo del punto, y la tela se frunce.

Noten como el cliente, permaneciendo con la sensación sentida, está buscando su “asidero”, y la descripción se hace más precisa. El significado comienza a ser simbolizado con imágenes, gestos, a veces sonidos (Ej. “grrrrrr”)

E: Hay tensión, pero es diferente. Todo está cambiando.

A: ¿Podés permanecer ahí y acompañar “todo eso” que está cambiando?

E: Sí, había tensión, pero lo que estaba gritando con más presencia estaba en la cadera, en el nervio ciático, se sentía como una “puñalada”

A: Hay algo apuñalando ahí.

E: Es como si fuera la aguja, como si la aguja de una costura del dobladillo estuviera ahí. Por supuesto, como si alguien se hubiera olvidado la aguja del dobladillo en mi cadera.

A: Como si alguien se olvidó la aguja en tu cadera

E: Es gracioso, es como si la aguja me estuviera mirando y me preguntara: “¿Por qué estoy acá? ¿Qué estoy haciendo acá? Quiero salir de acá”. El agujerito de la aguja por donde pasa el hilo parece una carita.

A: El agujerito por donde pasa el hilo parece una carita.

E: Ella está ahí: derecha, rígida, como una aguja y no puede moverse

A: Ella no puede moverse

E: Porque si se mueve, pincha. Lastima.

A: Ah.

E: Podes repetirme eso: “Si se mueve…”

A: Si se mueve pincha y lastima.

E: Siento que hay algo muy importante ahí.

A: Pincha y lastima. Hay algo muy importante; tiene algo para decirte.

E: Ella estaba desesperada, no es su lugar.

A: ¿Cómo se siente esto al no ser capaz de dejar este lugar, cómo se siente? Nota cómo se siente la aguja al no poder salir.

E: Está desesperada

A: Está desesperada

E: “Desesperada” no es la palabra correcta, es  como si estuviera pidiendo ayuda.

A: Es como si estuviera pidiendo ayuda.

E: Su pequeña cabecita me está preguntando: “¿Qué hago para salir de acá?”

A: “¿Qué hago para salir de acá?” Esto es lo que necesita la aguja. Checkea a ver si eso es lo que necesita la aguja.

A: Lo que necesita es desaparecer. Es como si….

A: Necesita desaparecer..

E: Sí, como por magia, porque no tiene que moverse, si no, lastima.

En este paso de “permanecer” estamos facilitando que el material implícito disponible se exprese, lo que trae más información. Además, noten la importancia de empatizar con la aguja, que está “desesperada, como pidiendo ayuda. No puede moverse porque lastimaría. Tiene que desaparecer.”

En este ejemplo, nos acercamos al punto crucial en Focusing. Un lugar que la está llevando hacia una cierta certeza corporal: hay algo ahí muy importante que tiene que ver con su vida y que al mismo tiempo no es claro aún, aunque verdaderamente sentido en el hecho de que hay una sensación de importancia central aquí. La aguja sabe, y cuando se la acompaña con el resonar del acompañante, ella lleva adelante su experiencia.

E: Then, it becomes smaller, it bunches up, it twists up. I am feeling as if it withdraws, as if it leaves itself, shrinks, as if the need appears to give this part lots of company.

  1. Ahora, se vuelve más pequeña, se contrae, se retuerce. Estoy sintiendo como si se retirara, como que se va, se encoge, como si apareciera la necesidad de hacerle mucha compañía a esta parte.

A: Hay una gran necesidad de hacerle compañía a esta parte.

E: Como si una parte de mí estuviera encogida.

A: Como si una parte de vos estuviera encogida.

E: Como exprimida.

A: Está exprimida

E: Algo sobre esto es muy fuerte. Como si estuviera tocando algo pero no sé qué es ese algo.

A: Estás tocando algo y no sabés qué es eso.

E: Es como si fuera suficiente por hoy.

A: Es suficiente por hoy.

E: Hay algo de cansancio, y de no más por hoy. Es como si estuviera sosteniendo algo que está ahí, pero que está empezando a aparecer. Es muy importante que marque esto, que lo tenga bastante explícito, fácilmente accesible para volver a él.

A: Fijate si podes hacerle saber que es muy importante para vos poder volver, que vas a volver, que es importante para vos volver a sentir esto, esto que recién está empezando a ser percibido.

E: (Un largo silencio…)

A: ¿Cómo se siente tu cuerpo ahora?

E: Bien… en paz… con una sonrisa de gracias… la aguja ya no está ahí. No hay más dolor. Nada pincha… hay un camino que se abre, un camino nuevo muy vital…

A: Te invito a agradecerle a tu cuerpo todo lo que te ha traído hoy, y que te tomes el tiempo para despedirte de esta experiencia interior antes de volver acá y abrir tus ojos.

Terminar la sesión en un paso esencial. Es importante notar el “cambio sentido”, lo nuevo que ha venido, notar este lugar internamente para volver ahí luego, agradecer a nuestro cuerpo, que siempre está presente y disponible como fuente de información, transformación, dirección y develamiento.

Si esta parte de mí que está en este estado comienza a funcionar y comienza a moverse hacia delante, a hablar, se vuelve protagonista en mi vida, algo en mi personalidad va a cambiar, algo de mi “estar en este mundo”, mi forma de existir – conmigo mismo y con los otros– cambiará.

Hay algunas personas para quienes es muy difícil estar en contacto con su cuerpo. He tenido clientes que dijeron: “Yo estaba aquí y mi cuerpo estaba allí; mi cuerpo no estaba conmigo”.

Es muy importante, por lo tanto, estar centrado en la experiencia de cada persona –y con un profundo respeto por la sabiduría organísmica– para que nuestras intervenciones, sugerencias, nuestro acompañar, nuestros reflejos sentidos puedan resonar con esa experiencia única en su especificidad, desde un lugar de empatía.

Es muy usual escuchar comentarios que descartan o menosprecian el dolor: “Esto no es fatiga crónica, es puro narcisismo” ó “algún beneficio secundario te debe traer este dolor” ó “Mira lo que te estás haciendo; esto es una conversión histérica”, “dale ponete las pilas, vos podés, tenés que tomar la decisión de salirte de este lugar de víctima”, “te autoboicoteas”. Más allá de la concordancia o no con ciertas teorías, ninguna de estas intervenciones ayudan; muy por el contrario,  cronifican  los síntomas, detienen el proceso de sanación, y son de una violencia tan radical y destructiva que sumen a la persona en un proceso irreversible de desesperanza y culpa.

Con mucha frecuencia, las personas que padecen dolor crónico suelen ser acusadas por su entorno de exagerar o “estar simulando” especialmente cuando los exámenes médicos no dan evidencia para que exista dicho dolor o se repita un síntoma. Los sufrientes a menudo expresan sentimientos como: “¡Cuánta soledad! ¡Nadie me cree!” Esto es vivenciado muy dolorosamente ya que, además de estar sufriendo durante mucho tiempo, las personas en general se han sometido a tratamientos de todo tipo, sin resultados positivos; y la posibilidad de que las razones o el origen de este síntoma o dolor sea psíquico es percibido en forma de crítica: implicando que ni siquiera se los considera como personas “normales”. He escuchado comentarios tales como: “Preferiría hasta tener cáncer para que me crean, ó un accidente grave, algo que se vea”

En mi experiencia personal y la de acompañar desde el Focusing a personas que padecen en forma cotidiana este “castigo”, “tortura”, “flagelo”, esta “cruz” (palabras que nombran este estado), he notado que es más fácil someterse a tratamientos de acupuntura, tomar medicamentos, hacer gimnasia correctiva, cambiar de colchón, usar fajas, cuellos ortopédicos y demás, hacer meditación, control mental o someterse a intervenciones quirúrgicas, que prestarle atención al cuerpo, hacerle compañía, permanecer allí, sentirnos cuerpo y preguntarle amorosamente qué le pasa: “Vos, mi querido cuerpo, que tenés que cargar con todo el peso de mi dolor y tenés que soportar todo lo que es tan difícil para mí…”

“Me conozco desde la mirada de los otros y me odio,”  me decía llorando Marina sentada en una silla ortopédica después de la segunda operación de columna, inmersa en un dolor tan profundo y en un miedo atroz, más que atroz de sentir internamente lo que realmente le estaba pasando. “Sé que hay algo dentro de mí, sé que está allí y que lo debería sentir, pero me aterra, no puedo sufrir más, prefiero este dolor”

Recordó que su padre quien le hablaba mucho a través de imágenes le decía que ella era un vestidito blanco inmaculado, de la tela más preciada y encajes más hermosos, pero que tenía una mancha roja. “Y toda mi vida hizo foco en esa mancha roja”

Luego de acompañar desde el Focusing a esa niñita tan herida, tan presente, abrió los ojos inundados en lágrimas y dijo: “Quiero conocerme yo, desde mi mirada y creerme, quiero descubrir cómo soy y aprender a quererme como soy.  No soy un vestido blanco con una mancha, la mancha y el vestido son de mi padre, no son míos. Quiero encontrar a Marina, mirándome desde adentro como lo hicimos hoy, con mi mirada y descubrirme”

Con este testimonio podemos ver la dimensión del miedo, del terror atroz, “más que atroz” que experimenta una persona y que le impide explorarse internamente.  Una parte de ella sabe que hay algo ahí, y presupone que encontrarse con eso sería tan intolerable que la llevaría a la locura, a la desintegración. Es tan la sensación de fragilidad, de indefensión que para la persona no sentir qué es lo que hay ahí dentro se convierte en una cuestión de supervivencia. Hay algo que duele y parecería que la sugerencia a acompañar a ese dolor entrando a su cuerpo en profundidad, fuese una invitación a doler aún más. Esto es una creencia muy difícil de trascender hasta que aparece la posibilidad de trabajar desde el focusing.

En mi experiencia personal y desde mi profesión,  acompañando a otros, me resulta sumamente útil incluir información que pueda ser comprendida por el cliente a nivel intelectual y lógico.  Esta información es la puerta de entrada a la exploración interior más profunda.

Cuando se me sugirió una segunda cirugía de columna por los dolores continuos que padecía a pesar de haberme operado de la supuesta causa de ese dolor “una hernia de disco”, tuve la fortuna de encontrarme con un libro del Dr. John Sarno cuyo título me llamó la atención: “Mind over back pain”(3) Comencé a leerlo y me encontré en cada una de sus páginas. Al fin alguien sabía lo que estaba padeciendo. Por primera vez me sentí escuchada y validada en mi dolor.

Me conecté con el Dr. Sarno inmediatamente en el New York Rehabilitation Hospital.  Nunca voy a olvidarlo, su secretaria -María-  me dió turno para el 6 de enero 1985, el mejor regalo de Reyes que jamás hubiera imaginado. Miró mis radiografías, ecografías resonancias tomografías computadas, todo mi paquete.  Tiernamente me invitó a acostarme en la camilla y con sus manos comenzó a recorrer mi espalda. TODA ella dolía, apenas me podía mover o darme vuelta, era TODA dolor.

Me ayudó a sentarme y me dijo: “Elena lo que vos tenés es TMS (Tension Myositis Syndrome)”.  El tratamiento constaba de dos charlas grupales, con  otras 20 o 30 personas que se arrastraban igual que yo, o que no podían mover alguna parte de su cuerpo.  Me indicó la importancia de ir acompañada por mi marido.

En la primer charla explicó las razones físicas por las cuales se producía el dolor y en la segunda, las razones psíquicas que lo causaban y los rasgos de personalidad de quienes padecen TMS. Sólo con esta información mi dolor disminuyó significativamente en dos semanas.  A los dos meses, el dolor había desaparecido!!!! y yo había entrado a formar parte de la estadística del equipo del Dr. Sarno que demostraba el cese del dolor en un 80% de los casos,  por el solo hecho de recibir esta información.

Cuando me despedí de él porque regresaba a la Argentina, me dijo:  Elena, si el dolor vuelve, te recomiendo que comiences un proceso de psicoterapia.  A los seis meses, en un momento muy difícil de mi vida el dolor volvió, con toda su furia, y quedé otra vez inválida. Allí, empezó mi búsqueda y fui probando distintos enfoques terapéuticos –sin resultado positivo para mis dolores- hasta que me encontré con Focusing.

Hoy considero esencial incluir el aporte del Dr. Sarno, en particular su idea de que los síntomas de dolor son distracciones. El propósito del dolor físico es distraer la atención de las emociones amenazantes y aterrorizadoras, para que no se expresen. Se considera al dolor una estrategia diseñada para mantener nuestra atención centrada en el síntoma o el dolor físico y así evitar que nos contactemos con los peligrosos sentimientos por miedo de que se escapen y nos volvamos concientes en una forma intolerable.

La teoría del Dr. Sarno hace especial hincapié en la ira interna generada principalmente durante la infancia, y también en la presión interna encolerizante devenida de cumplir con los mandatos paternos, sumada a la presión de la realidad de nuestra vida cotidiana. Una de las frases más importantes y poderosas que nos enseña a decirnos cuando aparecen el síntoma o el dolor es “piensen psicológicamente, no físicamente” “¿Qué está pasando en mi vida hoy?, ¿Cómo me siento internamente?” De esta manera, la información es una invitación,  una valiosa puerta de entrada a eso que está ahí, a la historia que contiene el origen de ese dolor.

Lo novedoso es que esta información la brindo con el lenguaje de Focusing, desde mi propia disponibilidad para estar ahí. Primero busco mi lugar de presencia para poder recibir lo que sea que necesite nombrarse, tanto del consultante como de mi propia experiencia. Habilitamos, desde ese momento, la escucha; la posibilidad del consultante de comenzar lentamente a acceder a su espacio interior. Entonces, me resulta sumamente útil incluir información que pueda ser comprendida por el cliente a nivel intelectual y lógico. Esta información es la puerta de entrada a la exploración más profunda.

 Este es el testimonio de una consultante con dolor crónico:

 “No era la primera vez que sentía dolor en mi espalda, de hecho había aprendido a convivir con él desde los doce años… (hoy tengo 55 años).

En su momento me habían mandado a hacer unos ejercicios diarios de kinesiología, y el médico me anunció que con cada futuro embarazo iría acentuando mi “escoliosis”. No fue un embarazo, sino cinco, y con un promedio de amamantar de año y medio.

Pero, este verano el dolor fue más intenso, trataba de no escucharlo, como venía haciendo a través de tantos años, me había acostumbrado a vivir con él…pero, éste año venía con muchas cosas dentro mío y con muchas exigencias internas y externas, también estaba abocada a la preparación del casamiento de mi hija Laura.

Volviendo de vacaciones y ya con una molestia en la columna traté de seguir con mi ritmo alocado, pero, un dolor nuevo, agudo, intolerable, hizo que ese sábado acudiera a la guardia. Me aplicaron una inyección con un calmante fuerte y creí como tantas otras veces que podía seguir con mi “locura diaria”.

Habían pasado tres o cuatro días que estaba internada y los médicos dijeron que la única solución era operarme. Que había hernia de disco, pinzamientos de vértebras, etc. Buby mi marido llamó a mi terapeuta Elena Frezza, la primer llamada la recibí estando internada, me hizo mucho bien sentir que se preocupaba por mí.

Estuve internada diez días, llegué a mi casa un viernes y esa noche recibí nuevamente la llamada de Elena, quien me fue guiando por teléfono a conectarme con el dolor, haciéndole saber que lo estaba escuchando, sin agredirlo y diciéndole que sabía que estaba ahí. Mientras hablábamos, el dolor fue disminuyendo, poco a poco fui bajando la medicación. Seguimos trabajando con “él” en su consultorio hasta lograr que el dolor desapareciera por completo. Al sentirme querida, que alguien se estaba ocupando de mí, pude entrar, te pude escuchar y me pude escuchar.

Llegó por fin el casamiento y puedo decir que lo disfruté, bailé sin miedo y no tuve consecuencias. Me digo y le digo “sé que es psíquico y no físico”. Mediante el trabajo de Focusing pude volver a mis actividades diarias, pero, eso sí, escuchando los mensajes del cuerpo antes que éstos vuelvan a gritar. Necesitamos y debemos prestar mucha atención a esa sensación que nos viene avisando y pidiendo un poco de cuidado y amor de parte nuestra hacia nosotros mismos.”

Inés Benezra de Bocles

Focusing es un proceso muy profundo. Puede ser para algunas personas demasiado difícil, sobre todo en un mundo que busca soluciones rápidas y respuestas inmediatas a problemas tan serios de la existencia humana.

Mi propia historia con dolores y síntomas crónicos fue larga. Ellos han sido y siguen siendo —aunque, afortunadamente, muy leves ahora— mis guías. Los he sentido y padecido como monstruos o torturadores en un principio. A lo largo de los años los siento mis fieles compañeros de regreso a casa cada vez que me alejo de mí o de lo que me es intolerable sentir.

He aprendido a agradecer a mi cuerpo cada emoción o sentimiento, por más desgarrante, amenazante o doloroso que fuera, porque sé que, si escucho esos gritos del alma en su necesidad de que mi ser se exprese y mi totalidad sea cada vez más protagónica en mi vida, mi cuerpo se calma.

He aprendido a dejar que salgan a escena mis otredades, aún las que no son amadas ni aceptadas por los demás, y a acompañar a las que no son amadas ni aceptadas por mí. He aprendido a aceptar que no es posible que todos me amen, y que complacer para ser amada es olvidarme de mí, abandonarme dejando partes mías en las tinieblas de mis cavernas. 

He aprendido a reconocer mis voces críticas y, con mucho esfuerzo a través del tiempo, a relacionarme internamente con ellas y a escuchar cuán grandes son sus miedos, y cuán implacables sus mandatos.

He aprendido también, a aceptar que no siempre puedo… Y que cuando mi cuerpo denuncia algo de mí que no he podido escuchar de otra manera y “duele”, necesito hacer una pausa y detenerme a escucharlo, siempre con Focusing acompañándome.

Finalmente, ante cualquier dolor o síntoma —además de que es indispensable consultar al médico—, conviene recordar que, en todas sus manifestaciones, nuestro cuerpo es sabio.

 

(1) Focusing, por Eugene T. Gendlin, PH.D.  pag. 101, 3a. Edición,  Ed. Mensajero 1978- 1981

(2) Focusing, por Eugene T. Gendlin, PH.D.  pag. 103 3a. Edición,  Ed. Mensajero 1978- 1981

(3) Mind Over Back Pain, by Dr. John Sarno. New York: William Morrow, 1984

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